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¿Es mejor escribir sobre la marcha o planear la historia?

Actualizado: 1 dic 2018

Es una muy buena pregunta, pero la respuesta es un poco complicada. Lo cierto es que depende de los gustos de cada uno, de aquello a lo que dé prioridad o de su manera de trabajar y de funcionar, además de la historia en concreto. Yo siempre he escrito sobre la marcha hasta ahora, que he empezado a planear minuciosamente los relatos, y he de decir que este segundo procedimiento me gusta más actualmente. Repasaré brevemente los pros y los contras de cada una de las técnicas en base a mi experiencia.


Primero tenemos el escribir sobre la marcha, sin planear, solo con ideas generales o con la historia hilada mentalmente. O tal vez el empezar a crear el relato partiendo de un concepto que nos ha gustado y que no podemos esperar a desarrollar. Es una forma bonita de trabajar, aunque también tiene grandes inconvenientes.


Una vez escribí un libro entero de doscientas cincuenta páginas partiendo de una idea muy general que me gustó muchísimo. Es el ejemplo más extremo de esta forma de escribir, porque, cuando empecé a teclear, ni siquiera sabía si mi protagonista era hombre o mujer. Decidí que fuese una muchachita y que se llamase Martina completamente sobre la marcha, mientras lo escribía. Tenía una idea vaga de cómo era ese universo y de cuál sería el conflicto, pero no sabía nada más.


Como principal ventaja está la maravillosa experiencia de no saber lo que va a pasar. Escribes con ilusión porque no tienes ni la más remota idea de cuál será el final, de si habrá algún giro sorprendente por el camino, de si acabarás matando a algún personaje o si finalmente surgirá el amor entre estos dos. Vives la misma sorpresa y la misma implicación e incertidumbre que el lector. Esta manera de escribir es preciosa, espontánea, pero también multiplica el trabajo que hay que hacer después.


Ahí está la que, desde mi punto de vista, es la peor desventaja de esta forma de escribir: el inmenso trabajo de revisión, tal vez reescritura, que hay que hacer una vez se termina. La edición es una fase difícil que no suele gustar mucho: es dura, es latosa, y a veces es fácil rendirse ante el desaliento cuando uno va encontrando fallos de guión, personajes mal desarrollados, tramas absurdas... Cuanto menos planeada esté la historia al principio, más probable es que haya errores grandes, errores de fundamento, incoherencias, que pueden destruir por completo el trabajo realizado. Creo que es infinitamente más sencillo tenerlo todo muy bien atado antes de empezar, porque, además de que creo que el resultado estará más pulido y será más rico, nos estaremos ahorrando una fase de edición durísima y desalentadora de la que tal vez no seamos capaces de salir. Esa historia que improvisé desde el principio nunca fue revisada, no fui capaz de arreglar todos los errores. Sería mucho más sencillo reescribirla de cero, y algún día lo haré.


Sin embargo, si no tienes miedo a revisar, a cambiar, a reescribir y a reorientar una y otra vez, si eres de los que escriben uno, y otro, y otro borrador hasta que estás satisfecho, es posible que esta forma de trabajar te guste mucho más. Se siente más orgánica, más natural que la otra. Es un ejercicio bonito que aporta frescura y un disfrute especial.


La segunda alternativa es planear, mapear, desarrollar y calcular todo cuanto podamos de la historia que vamos a escribir. Eso requiere mucha paciencia, porque implica esperar a que esté todo bien pensado para empezar la parte más divertida: escribir. Pero creo que esa paciencia, esa meticulosidad y ese trabajo de investigación, análisis y cálculo previo es muy beneficioso para el resultado final. Es posible que el camino sea un poco menos bonito (en mi caso no lo es, yo lo disfruto igualmente, aunque puedo entender que haya quien no sea capaz de escribir con la misma ilusión), pero el resultado será sin duda mucho mejor. Estoy convencida.


Hacer esquemas, resúmenes, fichas de personajes, descripción de los lugares, de las normas o costumbres del universo, líneas del tiempo... todo ello da una idea general y completa de los elementos que intervienen en la historia, y de cómo interactúan entre sí. Dará lugar a tramas, diálogos y personajes más complejos y completos, capaces de sorprender con su profundidad.


Así, si todo está pensado antes de empezar, podremos desde el principio hacer referencias ocultas al futuro, dar pistas que luego encajen de forma sublime y perfecta al resolver un misterio, por ejemplo, o, simplemente, saber bien qué enfoque vamos a dar. Las grandes obras siempre tienen borradores, versiones, muchas horas de trabajo. Hay que darle vueltas, y vueltas, y vueltas, y tomar ciertas decisiones creativas de forma consciente. Por ejemplo, si queremos ser tan feministas como podamos, deberíamos pensar desde un principio cuántos personajes femeninos y masculinos habrá, cómo se hablará de ellos, cómo se relacionan... Muchas veces mi primer instinto ha sido elegir un protagonista masculino, y, teniendo la historia relativamente pensada, he decidido cambiarlo y convertirlo en mujer. También me ha pasado al contrario. Esta clase de decisiones son trascendentales, y deben tomarse con cuidado para ser lo más atinadas posible. Y no podemos decidir sobre la marcha algo tan importante: debe estar razonado, justificado, perfectamente atado para que todo signifique lo que quieres que signifique.


Por supuesto, todo esto depende de cuán larga y profunda sea la historia. Si se trata de un relato corto sobre un hombre obsesionado con los calcetines de color verde pistacho, posiblemente no necesitemos hacer un trabajo extenso de reflexión para crear la metáfora más compleja y a la vez entendible que podamos. En cambio, si queremos escribir una novela de quinientas páginas sobre liberación femenina, sororidad, libertad para amar, represión y valor para aceptarse a uno mismo posiblemente sí tengamos que crear prácticamente una teoría filosófica detrás del libro, que tiene que estar perfectamente perfilada antes incluso de desarrollar la historia. Habrá que cuidar los roles de género, crear diferentes perfiles de mujer, de hombre, y diferentes situaciones y escenarios que den una idea global, compleja y veraz de la realidad o del mundo que pretendemos crear en el libro.


En definitiva, todo depende de la historia en concreto, de lo que queramos hacer con ella y de la profundidad y complejidad que pretendamos darle. Hay quien prefiere disfrutar del camino y esperar a que le sorprenda, o que simplemente escriba como ejercicio, liberación o hobby, mientras que hay otros que, como yo, aspiran a vivir de escribir y desean pulir constantemente su técnica, cuidar los detalles, lograr que cada frase sea perfecta. Depende de la persona y del resultado que busque. Lo importante al final es escribir.



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