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Dune: cuando rozamos el límite de lo que podemos concebir

Dune es un libro muy complicado y quien lo niegue o se está haciendo el listo o no entendió nada. He necesitado varios intentos, una adaptación cinematográfica de por medio y unos cuantos meses para conseguir acabarlo. Y, ahora que lo he hecho, me pregunto por qué era tan difícil.

Fotograma de la película "Dune", de Denis Villeneuve. Paul y Lady Jessica, vestidos con destiltrajes, oteando el horizonte en el desierto de Dune
Fotograma de la película "Dune", de Denis Villeneuve

La historia en sí ya es compleja. Hay muchos personajes, muchos intereses políticos y sutilezas. La película recoge solo algunas de las partes interesadas, cosa que me parece un acierto, pero hay más: Harkonnen, Atreides, el Emperador, las Grandes Casas, las Bene Gesserit, la Cofrafía, la CHOAM. Existen además los Fremen, los Sardaukar, los Mentat. El Condicionamiento Imperial, la Missionaria Protectiva, la Manera Bene Gesserit, y ya paro de enumerar porque no es plan de hacer aquí un diccionario.


El hecho de que haya tantísimos elementos, además de tanto vocabulario, complica la cosa, sí, pero no es, bajo mi punto de vista, el principal motivo por el que la lectura se hace tan exigente. Yo creo que Dune es un libro complejo porque roza los límites de lo que somos capaces de concebir.


Tener que aprenderse la palabra Mentat no es tan difícil como comprender de verdad qué es un Mentat. Saber que existen las Bene Gesserit y que tienen intereses ocultos es relativamente sencillo, pero, ¿imaginarse de verdad sus poderes? ¿Ser capaz de procesar lo que sucede dentro de Jessica cuando transforma el Agua de Vida? Ah, eso ya es más complicado. Y ni os cuento lo difícil que es seguir la mente de Paul cuando empieza a ver futuros alternativos, cuando alcanza esa comprensión tan profunda de lo que es el ser humano y hacia dónde va encaminado. La "terrible finalidad" de la que habla.


Los personajes principales tienen una mente absolutamente inconcebible para nosotros. El resultado de miles de años de evolución artificial, de aprender técnicas y condicionamientos y qué se yo. Se nos habla de un futuro donde los ordenadores no existen porque no hacen falta. Porque ya los derrotamos. En esta historia, el ser humano ya ha superado la guerra contra los robots. Y va todavía más lejos. ¿Qué pasaría si ya no hubiera ordenadores? ¿Quién hace esos cálculos? ¿Quién guarda esa información? Pues los únicos de los que nos podemos fiar en realidad: nosotros mismos.


Se nos presenta un mundo donde las Bene Gesserit "criban a los humanos de los animales" mediante una prueba que parece aleatoria, pero que, podemos imaginar, está más que perfeccionada. Y los criban porque solo un "ser humano", una persona capaz de controlarse y de dominar el poder que ha heredado, merece vivir. Si no se controla, si no domina esas habilidades, tiene todas las papeletas para convertirse en un monstruo. Y hay que matarlo antes, sin más.


Conocemos un mundo donde es posible modular la voz de tal manera que los demás no puedan desobedecerla, o ignorarla, o quedar indiferentes ante ella. ¿Cómo es posible perfeccionar el cerebro humano y el dominio del cuerpo hasta ese punto? Dominan también su propio metabolismo con el fin de eliminar venenos. Pueden entrar en un estado de hibernación autoinducido para sobrevivir temporalmente a amenazas mortales, como quedarse enterrada en arena, por ejemplo. Controlan cada músculo del cuerpo con precisión escalofriante, conocen miles y miles de fórmulas diferentes para introducir en palabras aparentemente inocentes un significado oculto que solo la persona correcta pueda entender.


Y Paul. Paul puede proyectar su mente hasta el espacio exterior y ver que por encima del planeta hay miles de naves esperando a aterrizar. Y puede saber con exactitud quién va dentro y qué quieren.


Y de Alia no hablo porque esa ya se ha pasado el juego.


Frank Herbert lleva las capacidades de la mente humana al extremo, sin salirse apenas de lo que podría ser factible. Podrían existir los Mentat. Podrían existir las Bene Gesserit. Dentro de milenios de evolución en los que ya no avanzamos más físicamente, pero sí mentalmente. Después de mucho, mucho tiempo de cruzar a la gente para dar un ser humano muy concreto. Entrenamiento y genes seleccionados, así se consigue todo lo que cuenta. Y podemos concebir todo ello, si nos esforzamos. Con mucha concentración es posible meterse en la cabeza de Paul ese día en la tienda, con su madre, después de que pierdan Arrakeen. Pero empatizamos apenas, comprendemos apenas, porque lo que se nos cuenta está justo al límite de lo que la mente humana concibe. Y pone un pie fuera de ese límite.


Para poder comprender realmente Dune hay que estar muy concentrado y tener la mente muy abierta. Una actitud concreta que yo tardé varios intentos en conseguir. Hay que ir leyendo el glosario y prestando atención a las sutilezas, sin obsesionarse con ellas. Asumir que sabes de lo que se habla cuando Jessica entra en ese invernadero y encuentra un mensaje oculto en una hoja. Claro, sí, es muy normal. ¿Por qué no? Parece aleatorio, pero no lo es. Las Bene Gesserit tienen millones de maneras de dejar mensajes y las controlan todas. Esa solo es una más. Para Jessica no es rocambolesco.

En conclusión, Dune consigue algo que yo no había experimentado nunca antes. La ciencia ficción persigue habitualmente ese objetivo: explorar los límites, romper las ideas preconcebidas y llevarnos más allá. Sin embargo, nunca he leído nada que presione hasta este extremo. Nada que exija tal esfuerzo de abrir la mente. Tal esfuerzo de abstracción. Nada que roce esas partes concretas del cerebro para abrir posibles caminos nuevos. Nada. Por eso Dune es lo que es. Por eso es inadaptable al cine. Si apenas es adaptable a literatura, ¿cómo se va a hacer una película que sea fiel?


Por todo esto, también, Dune tiene el poder de obsesionar de esta manera.

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